Bajo la sombra generosa de un antiguo encino, en medio del vibrante Valle de Guadalupe, se encuentra Primitivo, un restaurante que rinde tributo a los orígenes de la cocina: el fuego, la tierra y el tiempo. Dirigido por la joven y talentosa chef Carolina Jiménez, este espacio rústico se ha convertido en un punto de encuentro para quienes buscan una experiencia culinaria auténtica, honesta y profundamente conectada con su entorno.
Cocina viva, menú cambiante
En Primitivo, el menú cambia todos los días según lo que dicte el producto local y la temporada. Lo que permanece constante es el elemento central: el fuego. La cocina abierta y el brasero de leña son el alma del restaurante, donde Carolina transforma ingredientes frescos en platillos que celebran el origen y la transformación, con técnicas ancestrales y una sensibilidad contemporánea.
Desde vegetales ahumados hasta proteínas cocinadas lentamente sobre brasas, cada plato es un homenaje a la naturaleza, a nuestros antepasados y al momento presente. Aquí no hay pretensión, solo producto, fuego y pasión.
Un refugio para el alma (y el paladar)

Más que un restaurante, Primitivo es una experiencia sensorial. Es el tipo de lugar donde el aroma del humo se mezcla con la brisa del valle, donde el crujir de la leña acompaña la conversación y donde cada comida se convierte en un rito de encuentro. Ya sea en pareja, con amigos o en solitario, este rincón bajo las ramas del encino invita a reconectar con lo esencial.
Reconocimientos que reafirman su esencia
En mayo de 2024, Primitivo fue recomendado por la Guía Michelin, una mención que reconoce lugares con propuesta culinaria destacada. Además, fue incluido en la prestigiosa Guía MB100, la lista de los 100 mejores restaurantes de México de Marco Beteta, elaborada con el apoyo de Paladar y Deloitte. Esta selección valora no solo la técnica, sino la autenticidad, el uso del producto local, el sazón y el espíritu detrás del proyecto.

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